Viendo estos días un artículo sobre las ” INTELIGENCIAS MÚLTIPLES” deHoward Gardner, me puse a  ver qué incidencia podría tener esa teoría y algunas otras, respecto a los retos que debiéramos asumir las familias en la educación de nuestros hijos, buscando en definitiva una  educación de Calidad que no excluye, sino más bien invita a una interactuación con las escuelas de nuestros hijos, formando así una comunidad de enseñanza y sobre todo de aprendizaje, de ese aprendizaje que en definitiva nos configura como seres humanos.

Como propone la periodista Judith de Jorge, en el diario digital abc.es del 16 de Julio 2012, Gardner  rompe con varias nociones universales: en primer lugar con el concepto de inteligencia única, que estaba  y en muchas ocasiones parece seguir estando, ligado a la brillantez académica, para proponer varias inteligencias en distintos campos. Y en segundo lugar, define la inteligencia como una capacidad, por lo tanto, deja de ser algo innato y fijo.

Gardner agrupó está variedad de capacidades en siete inteligencias:

Inteligencia lingüística: la capacidad para usar palabras de manera efectiva, sea en forma oral o de manera escrita, es la habilidad para manipular la sintaxis o significados o usos prácticos del lenguaje.

La inteligencia lógico matemática:  capacidad para usar los números de manera efectiva y razonar adecuadamente. Los tipos de procesos que se usan al servicio de esta inteligencia incluyen: la categorización, la clasificación, la inferencia, la generalización, el cálculo y la demostración de la hipótesis.

La inteligencia corporal-kinética: la capacidad para usar todo el cuerpo para expresar ideas y sentimientos (por ejemplo un actor, un mimo, un atleta, un bailarín) y la facilidad en el uso de las propias manos para producir o transformar cosas (por ejemplo un artesano, escultor, mecánico, cirujano). Esta inteligencia incluye habilidades físicas como la coordinación, el equilibrio, la destreza, la fuerza, la flexibilidad y la velocidad, así como las capacidades auto perceptivas, las táctiles y la percepción de medidas y volúmenes.

La inteligencia espacial: la habilidad para percibir de manera exacta el mundo visual-espacial (por ejemplo un cazador, explorador, guía) y de ejecutar transformaciones sobre esas percepciones (por ejemplo un decorador de interiores, arquitecto, artista, inventor).

La inteligencia musical: la capacidad de percibir, discriminar , transformar  y expresar  las formas musicales. Esta inteligencia incluye la sensibilidad al ritmo, el tono, la melodía, el timbre o el color tonal de una pieza musical.

La inteligencia interpersonal: la capacidad de percibir y establecer distinciones en los estados de ánimo, las intenciones, las motivaciones, y los sentimientos de otras personas.

La inteligencia intrapersonal: el conocimiento de sí mismo y la habilidad para adaptar las propias maneras de actuar a partir de ese conocimiento. Esta inteligencia incluye tener una imagen precisa de uno mismo (los propios poderes y limitaciones), tener conciencia de los estados de ánimo interiores, las intenciones, las motivaciones, los temperamentos y los deseos, y la capacidad para la autodisciplina, la auto-comprensión y la autoestima.

Posteriormente Gardner incluye una octava capacidad, la inteligencia naturalista que se describe como la competencia para percibir las relaciones que existen entre varias especies o grupos de objetos y personas, así como reconocer y establecer si existen distinciones y semejanzas entre ellos.

Esta propuesta nos provoca una nueva visión de la escuela y el alumnado que se ha visto ampliada por el trabajo de otros investigadores que han sumado algunas inteligencias más que aportan nuevos matices. Como por ejemplo Daniel Goleman que incluyó en el año 1995 el término INTELIGENCIA EMOCIONAL  como la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos y la habilidad para manejarlos,  organizados en función de  cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.

Además, posteriormente se  ha introducido el concepto de INTELIGENCIA SOCIAL  Que hace referencia a la importancia del impacto de nuestras relaciones sociales en nuestra vida, en nuestra biología y en nuestra salud, proponiendo así 8 habilidades a desarrollar cimentadas en dos presunciones esenciales: la Conciencia Social y la Aptitud Social.

La Conciencia Social como el cúmulo de sentimientos que tenemos hacia los demás derivados de la capacidad cerebral que nos permite ser empáticos;  y por otro lado, la Aptitud Social  que vendría determinada por lo que hacemos con esa conciencia social, es decir, nuestro comportamiento relacional y que estaría determinado por la sincronía, la presentación de uno mismo, la influencia y el interés por los demás.

En 2010  Angélica Olvera, pone de manifiesta la llamada INTELIGENCIA TRANSGENERACIONAL , concepto  que se enmarca dentro de una concepción de las relaciones del ser humano.

La relación intrageneracional: vínculos y complejidades que se manejan entre una generación y la siguiente (entre padres e hijos), es decir, la que sustenta las peculiaridades entre los iguales dentro de una misma generación, y su influencia en el contexto educativo y social.  La plantea como  la red social que vincula a las diversas generaciones entre sí (por ejemplo entre abuelos y nietos).

Se ha descubierto que “la información y las emociones del pasado remoto se transmiten como parte del patrimonio familiar, comunitario, social o cultural” como mantienen Bert Hellinger y  Olvera. Educar en la Inteligencia transgeneracional significa incrementar la competencia y el talento para resolver los problemas inherentes a la propia historia o las dinámicas histórico-genealógicas que se han ido heredando con el paso de los años.

Observando esta multiplicidad de inteligencias no deberíamos seguir mirando a la educación como un proceso cognitivo y unificado para todos.  LA MULTIPLICIDAD DEL SER HUMANO es inmensa, y la particularidad de cada individuo única, por lo tanto hemos de buscar propuestas para educar potenciando las individualidades de cada niño/a y joven; trascendiendo un modelo educativo basado en una Revolución Industrial ya pasada, y en la que como reto y condición  previa a ello,  el trabajo conjunto entre la familia y la escuela; son factores determinantes para que  el aprendizaje interior del individuo no deje huellas  limitantes  en  el desarrollo de su edad adulta.